Desde comienzos de los años 60 Turquía ha manifestado su deseo de formar parte de la Unión Europea. Con el Acuerdo de Ankara de 1963 y su protocolo adicional de 1970, se fijaron los objetivos fundamentales de la asociación entre la Comunidad y Turquía, el refuerzo de las relaciones comerciales y económicas y la instauración de una Unión Aduanera. Uno de los objetivos principales del acuerdo fue el de establecer la libre circulación de los trabajadores que, sin embargo, no ha podido materializarse, debido en parte a razones socioeconómicas.
Después de décadas de conversaciones, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, ha impulsado múltiples medidas reformistas encaminadas a colocar el estado turco en sintonía con los parámetros que le impone la UE para acogerle como un estado de pleno derecho. Dentro de las reformas destacan la abolición de la pena de muerte y cambios significativos en su Constitución que favorecen la libertad de prensa, religiosa y el respeto a las minorías.
Estas reformas sirvieron para que en octubre de 2004 la Comisión Europea aconsejara al Consejo iniciar el proceso de negociaciones para el ingreso de Turquía. Sin embargo nadie sabe por cuánto tiempo se van a extender las negociaciones y, tal y como apuntan los analistas, es probable que su ingreso no se dé antes de diez años. En enero de 2009, Erdogan pidió a la UE que agilizase las negociaciones y que abriera nuevos capítulos, como el energético, básico para la estrategia europea de conseguir gas del Mar Caspio. Se refería al Proyecto Nabucco, gaseoducto que trasladará el gas desde Azerbaiyán hacia Europa a través de Georgia, Turquía, Bulgaria, Rumanía, Hungría y Austria.
Un camino plagado de obstáculos
Turquía tiene importantes puntos a favor en su aspiración, uno de ellos que la población del país se siente mayoritariamente europea y otra que la candidatura cuenta con el firme respaldo de Gordon Brown. Asimismo la elección como presidente de Abdullah Gul, quien tiene un perfil europeísta y favorable a las reformas necesarias para su ingreso, es considerada como un hecho positivo para el avance del proceso.
Por otra parte la economía turca ha crecido a un ritmo superior al 5% anual desde 2001. A juicio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la apertura de negociaciones, dinamizaría la economía turca y daría impulso a la inversión extranjera. En la actualidad, Turquía posee el mayor índice de crecimiento de toda la zona de la OCDE y su adhesión a la UE respondería al interés de las dos partes.
Pero el camino de Turquía hacia la incorporación de pleno derecho en la Unión Europea está lleno de obstáculos. Pese a que el Gobierno de Ankara cuenta con el apoyo de Estados Unidos y del Reino Unido, también tiene grandes detractores: Francia y Alemania. Con el nuevo Tratado de Lisboa, la población pasará a ser un elemento determinante para medir la importancia de cada país en el seno de la UE. De incorporarse Turquía, Alemania vería ensombrecido su reconocimiento a la luz de la bomba demográfica que representa el país islámico. Por su parte, Francia exige que Ankara reconozca el genocidio armenio. Aunque Turquía no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieran realmente, no admite que se tratase de un genocidio.