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Historia de la Unión Europea

El proceso histórico de la integración europea

21/05/2009
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Historia de la Unión Europea

Finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) el objetivo principal era consolidar la paz entre las naciones victoriosas y vencidas de Europa y asociarlas en un marco de instituciones compartidas regidas por el principio de igualdad. El primer paso hacia la integración europea lo dio el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman. El 9 de Mayo de 1950, propuso un plan para integrar y gestionar en común la producción franco-alemana de carbón y acero. La unificación política sería posible gracias a la “fusión de intereses” creada entre las naciones europeas. Al llamamiento de Schuman respondieron, además de la República Federal de Alemania, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos. La Declaración de Schuman se hizo realidad el 18 de abril de 1951 con el Tratado de París. Nacía así la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA).

Seis años después, el 25 de marzo de 1957, los Seis decidieron con el Tratado de Roma, construir una Comunidad Económica Europea (CEE) basada en un mercado común más amplio que abarcara toda una gama de bienes y servicios. En su preámbulo, los estados signatarios estaban "determinados a establecer los fundamentos de una unión sin fisuras más estrecha entre los países europeos". Así quedaba claramente afirmado el objetivo político de integración progresiva entre los diversos países miembros. Se acordó un proceso transitorio de 12 años para el total desarme arancelario entre los países miembros. Ante el éxito económico que trajo la mayor fluidez de los intercambios comerciales, el plazo transitorio se acordó y el 1 de julio de 1968 se suprimieron todos los aranceles internos entre los estados comunitarios. Al mismo tiempo, se implantaron las políticas comunes, especialmente la política agrícola y la política comercial.

El Reino Unido y la CEE

El principal problema político con el que arrancó la CEE fue el que un país de la importancia del Reino Unido se mantuviera al margen. No deseaba tomar parte en una Unión Aduanera y menos aún en un mercado común con políticas comunes. Por ello, propició la creación de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), a la que se adhirieron Suecia, Suiza, Noruega, Dinamarca, Austria y Portugal. Esta asociación, que huía de cualquier proyecto de integración política, fue una mera zona de libre comercio, esencialmente de productos industriales.

Los británicos se dieron cuenta muy pronto de su error. Mientras la CEE protagonizaba un crecimiento económico espectacular, con unas tasas de crecimiento superiores a las norteamericanas, Gran Bretaña continuó con su tendencia decadente con respecto a los países del continente. Así, en agosto de 1961, el primer ministro británico, solicitó el inicio de negociaciones para el ingreso del Reino Unido. Sin embargo, tras diversos intentos negociadores, el líder francés, Charles De Gaulle, receloso de la estrecha vinculación británica a Washington, vetó en 1963 el ingreso británico en la CEE. Cuando, en 1967, el Reino Unido volvió a solicitar su ingreso, contó de nuevo con el ‘no’ de Francia, que seguía desconfiando del compromiso europeo de los británicos.

De Gaulle, pese a defender una Europa fuerte ante EEUU y la URSS, nunca creyó en una Europa unida políticamente. Para él, la independencia nacional francesa era una cuestión innegociable. Fruto de este nacionalismo de De Gaulle fue la denominada crisis de la silla vacía en 1966; que mantuvo durante meses a la Comunidad paralizada, y que finalizó con el denominado Compromiso de Luxemburgo.

Primera ampliación y el ‘no’ de Noruega

En 1973, el éxito de los Seis impulsó a Dinamarca, a Irlanda y al Reino Unido a unirse a la CEE. No fue el caso de Noruega. Un referéndum celebrado en el país nórdico, de resultado negativo (53,5% en favor del ‘no’) impidió a este país ser miembro.

Dos años después, siguiendo las directrices de Roma quedó institucionalizado el denominado Consejo Europeo, reunión periódica de los Jefes de Estado y de Gobierno, donde se toman las grandes decisiones estratégicas de la Comunidad. En 1979, se producía otro avance decisivo en materia institucional al producirse las primeras elecciones al Parlamento Europeo por sufragio universal directo. Acción que se repite desde entonces cada cinco años.

Segunda y tercera ampliación

El fin de las dictaduras en Grecia, Portugal y España y su posterior democratización auguraban a principios de los 80 su intención de sumarse a este proceso de integración. Las adhesiones se hicieron efectivas en 1981 en el caso del país helénico y en 1986 en el caso de los ibéricos. Se reforzaba así la presencia de la Comunidad en el flanco sur de Europa y España conseguía hacer realidad una antigua aspiración. Después de 35 años de andadura, la Comunidad Europea había doblado el número de estados miembros: de seis Estados se pasaba a doce.

En 1985, los tres países del Benelux, Francia y Alemania firmaron el denominado Acuerdo de Schengen, al que posteriormente se han ido adhiriendo la mayoría de los países comunitarios. Se iniciaba así una ambiciosa iniciativa para garantizar la libre circulación de las personas y la gradual supresión de fronteras entre los estados comunitarios.

Del Acta Única Europea al Tratado de Maastricht

En la segunda mitad de los 80, el proceso de integración va a recibir un importante impulso político, propiciado en gran medida por la llegada del francés Jacques Delors a la Presidencia de la Comisión Europea en 1985. Delors decidió publicar un Libro Blanco que establecía el calendario para la construcción del mercado único europeo, cuya finalización debía producirse antes del 1 de enero de 1993. Este ambicioso objetivo quedó consagrado en el Acta Única Europea, que se firmó en febrero de 1986 y entró en vigor el 1 de julio de 1987, mediante la cual la comunidad da vía libre a un mercado realmente unificado en el que quedará liberalizada la circulación de personas, capitales y servicios. Además se empieza a trabajar en la Unión Económica y Monetario (UEM) y en la Unión Política (UP).

La estructura política de Europa sufrió una profunda transformación con la caída del muro de Berlín en 1989; ésta dio lugar a la unificación de Alemania en octubre de 1990 y a la llegada de la democracia a los países de Europa Central y Oriental, que se liberaban así del control soviético. La propia Unión Soviética dejó de existir en diciembre de 1991. Mientras tanto, los Estados miembros negociaban el nuevo Tratado de la Unión Europea, que fue adoptado por el Consejo Europeo, reunido en Maastricht en diciembre de 1991. El Tratado entró en vigor el 1 de noviembre de 1993. Al añadir a las estructuras comunitarias integradas un sistema de cooperación intergubernamental en algunos ámbitos, el Tratado creaba la Unión Europea. Lo hacía sobre las Comunidades Europeas, y las formas intergubernamentales de cooperación en la política exterior y de seguridad común (PESC) y de cooperación policial y judicial en materia penal.

Con el Tratado de Maastricht, el objetivo económico original de la Comunidad, es decir, la realización de un mercado común, quedó ampliamente superado con la instauración de la Unión Económica y Monetaria (UEM) y la vocación política claramente expresada. La CEE perdía su adjetivo de Económica para denominarse Comunidad Europea.

La cuarta ampliación y el euro

La evolución de la situación geopolítica del continente llevaron a tres nuevos países - Austria, Finlandia y Suecia (antiguos miembros de la EFTA) a adherirse a la Unión el 1 de enero de 1995. Nacía la ‘Europa de los Quince’. Tras seis meses de estudios de un ‘comité de sabios’, dirigidos por el representante español Carlos Westendorp en el Consejo de Turín, a inicios de 1996, se inició una Conferencia Intergubernamental (CIG) cuya principal finalidad fue la elaboración de un nuevo tratado que reformara el Tratado de Maastricht. Los objetivos se centraban en desarrollar la Europa de los ciudadanos, fomentar el papel de la Unión Europea en la política internacional, reformar las instituciones y abordar la perspectiva de una nueva ampliación a los países aspirantes de Europa central y oriental. Tras una larga y compleja negociación, se llegó finalmente a un consenso en la reunión del Consejo Europeo celebrado en Amsterdam los días 16 y 17 de junio de 1997.

Por aquel entonces, la UE estaba camino de alcanzar su logro más espectacular hasta la fecha: la creación de una moneda única. En 1999 se introdujo el euro para las transacciones financieras (no monetarias), mientras que tres años más tarde se emitían billetes y monedas en los doce países del espacio del euro (también denominado comúnmente la zona euro). El euro es ya una gran moneda mundial de pago y de reserva junto al dólar estadounidense.

Quinta y sexta ampliación

Recién constituida la Europa de los Quince, se iniciaron los preparativos para una nueva ampliación sin precedentes. A mediados de los años noventa, comenzaron a llamar a la puerta de la UE los antiguos miembros del bloque soviético (Bulgaria, la República Checa, Hungría, Polonia, Rumania y Eslovaquia), los tres Estados Bálticos que una vez formaran parte de la Unión Soviética (Estonia, Letonia y Lituania), una de las repúblicas de la antigua Yugoslavia (Eslovenia) y dos países mediterráneos (Chipre y Malta).

La UE acogió con satisfacción esta oportunidad de contribuir a la estabilización del continente europeo, extendiendo los beneficios de la integración europea a estas jóvenes democracias. Las negociaciones de adhesión se iniciaron en diciembre de 1997. La ampliación de la UE a veinticinco países tuvo lugar el 1 de mayo de 2004, con la adhesión de diez de los doce candidatos. La adhesión de Bulgaria y Rumanía se produjo el 1 de enero de 2007.

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